Acababa de amanecer y Pablo se disponía a seguir su rutina de todas las mañanas: darle un beso a su mujer, desayunar juntos y salir en seguida a trabajar en el huerto para, más tarde, pasear con su rebaño, para que pudiese comer un alimento más fresco que el que había cerca de su casa.
Pablo cuidó con primor su cosecha y paseo junto a su ganado cuidando con cariño a cada animal. Era una buena mañana en la pecera, este año la cosecha de algas sería exquisita y el rebaño estaba compuesto por verdaderos peces campeones (puede que alguno pudiese ganar algún premio en la feria).
Después de tanto tiempo, de tanto trabajo, esfuerzo y mimo... todo daba su fruto.
En ningún lugar se vivía como en la pecera.
12 marzo 2007
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3 comentarios:
Sobre todo si eres un pez limpiador, todo el día pegado al cristal rechupando el verdín ummmm...
Cualquier día un pez verde va a pillar por banda a un pez morado, lo va a coger de la cintura, va a besarlo y se va a lias la cosa, ya verá usted.
Pues a lo mejor es pez morao se deja besar y se queda con el verde pa siempre.
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